Que nada te llame a volver atrás

Eliseo se encontraba realizando el único trabajo que hasta ahora conocía: Arar el campo. Pero de repente sucedió algo que él no se esperaba: Elías, el gran profeta de Dios pasó junto a él y le arrojó su manto encima. 

¿Qué significaba esto?

Eliseo lo sabía muy bien: Este era un llamado para seguir al profeta y servir al Señor de tiempo completo.

Entonces soltó su arado y salió corriendo detrás de Elías. 

Cuando lo alcanzó, le dijo: «Déjame despedirme de mis padres». Y Elías le respondió: «Regresa, pero piensa en lo que te hice».

No tenemos manera de saber lo que sucedió en el corazón de Eliseo mientras volvía, pero la realidad es que no se nos dice nada acerca de la despedida de sus padres. Lo que sí se nos dice es que tomó su arado y lo hizo pedazos; luego hizo lo mismo con sus bueyes (después de matarlos, claro). El arado destrozado sirvió como leña para asar la carne de los bueyes, luego repartió la carne asada entre el pueblo y se fue con Elías.

¿Por qué hizo todo esto?

Él mismo se cerró el paso. Se puso límites que no le permitieran regresar a su oficio anterior. 

Él no quería volver atrás.

Nuestro llamado para seguir a Jesús (y en algunos casos para servirle en el ministerio de tiempo completo) tiene la misma implicación: Nos es necesario tomar medidas para que nada nos llame a volver atrás. 

Por amor a nuestro Señor.