«Sí, te humilló permitiendo que pasaras hambre y luego alimentándote con maná... lo hizo para enseñarte que la gente no vive sólo de pan, sino que vivimos de cada palabra que sale de la boca del Señor».
En los creyentes, la humillación que proviene de Dios produce humildad, pues nos hace totalmente dependientes de sus promesas.